Mayo Festivo

Los Patios de Córdoba de 2024 que esconden más arte

Patio de los museos de Bellas Artes y Julio Romero de Torres. Patio de los museos de Bellas Artes y Julio Romero de Torres.

Patio de los museos de Bellas Artes y Julio Romero de Torres. / Miguel Ángel Salas

Escrito por

· F. J. Cantador

Redactor

Los Patios de Córdoba son arte floral sobre arte arquitectónico, recintos que esconden mucha historia, las de las familias que los han habitado. Algunos de los que se pueden visitar hasta el próximo 12 de mayo dentro de la Fiesta de los Patios han formado parte indisoluble de la vida de distintas personalidades que han sido importantes no solo en la historia de Córdoba. Es el caso de los patios de San Juan de Palomares, 8, Martínez Rücker, 1, Parras, 6 y plaza del Potro, 1 (o lo que es lo mismo el Museo Julio Romero de Torres.

Patio de San Juan de Palomares 8. Patio de San Juan de Palomares 8.

Patio de San Juan de Palomares 8. / Juan Ayala

San Juan de Palomares, 8

Gabriel Castillo nunca olvida reseñar a quien le pregunta por su patio, el de San Juan de Palomares, 8, que "está inspirado por el maestro y en el maestro". Ese maestro era su tío Antonio Castillo Ariza, el prestigioso imaginero y escultor cordobés. Gabriel destaca que su tío fue quien compró la casa casi a mediados de los 80 "y quien comenzó a transformarla en lo que es ahora”, insiste sobre la persona a la que la Semana Santa cordobesa le debe imágenes únicas como las del Cristo de la Agonía, el Señor del Prendimiento o Nuestra Señora del Mayor Dolor.

Según palabras del escritor y periodista Francisco Solano Márquez, recogidas en su libro Bodegas Campos, solera de Córdoba, el imaginero y restaurador Antonio Castillo Ariza nació en Córdoba en 1912 y murió la ciudad en 1999. Se formó en la Escuela de Artes y Oficios con Victoriano Chicote y fue prototipo de artista romántico amante de Córdoba y de sus tradiciones. Sus obras más conocidas están relacionadas con la imaginería semanasantera de estética barroca, como Nuestra Señora del Mayor Dolor (1945) o Jesús en su Prendimiento (1952), que procesionan en la Semana Santa cordobesa, sin olvidar los tronos de la Virgen de las Angustias (1958) y de Jesús Rescatado (1959).

Para las Ermitas, donde fue lego en su juventud, realizó la Virgen de Belén (1940) y para Villanueva de Córdoba, la Virgen de los Dolores (1944) y el Cristo de la Buena Muerte (1955). Artistas como el imaginero y restaurador Miguel Arjona y otros se formaron en su taller, enclavado primero en la calle Velasco y más tarde en San Juan de Palomares, que mantienen sus sobrinos Antonio y Gabriel.

“Él fue quien comenzó a decorar el patio; la fuente, por ejemplo, la diseñó más o menos con pedazos de restos de piletas de agua bendita de las que había en alguna que otra iglesia, colocando en la parte de arriba una moldura romana y encargándole la boca surtidora a un fontanero amigo suyo”, relata Gabriel, para añadir que “la parte baja es una composición de un remate de una subida de escalera”. No obstante, cuenta que el maestro no llegó a ver tal y como está ahora ese elemento característico del patio de San Juan de Palomares, 8 que corona un triunfo de San Rafael en relieve.

Patio de Parras, 6. Patio de Parras, 6.

Patio de Parras, 6. / El Día

Parras, 6

Hasta su fallecimiento hace ahora unos meses, Chari Cantillo ha cuidado con muchísimo mimo durante las últimas décadas un bellísimo patio, su patio, que pertenece a una casa que data de aproximadamente 1530, como ella siempre refería, ornamentado con plantas que de dan un color verdoso característico. Un patio, el de Parras 6, en el barrio de San Agustín, del que ella siempre comentaba que antes que casa de vecinos fue parte de un cuartel, un hospital y un convento; mientras no hacía falta que recordara, porque ya da fe de ello una placa colgada en su fachada, que en ese edificio nació el poeta Pablo García Baena, Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1984.

Pablo García Baena (Córdoba, 29 de junio de 1923-Córdoba, 14 de enero de 2018) cursó estudios de Dibujo e Historia del Arte en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba, donde comenzó su relación con el pintor y escritor Ginés Liébana. También entabló relación con el poeta Juan Bernier, quien le orientó y le descubrió a Marcel Proust,  Juan Ramón Jiménez y Luis Cernuda, entre otros.

Su carrera literaria comenzó con la publicación de poemas en la prensa local cordobesa, firmando bajo el seudónimo de Luis de Cárdenas o simplemente con una E mayúscula en periódicos como Caracola, El Español y en La Estafeta Literaria. En el año 1946 publicó su primer poemario, Rumor oculto, en la revista Fantasía. Al año siguiente tras haberse presentado sin éxito junto a su amigo Ricardo Molina al Premio Adonais de poesía, decidió fundar la revista Cántico, contando con la colaboración de los también poetas Juan Bernier, Julio Aumente y Mario López y de los pintores Miguel del Moral y Ginés Liébana. Desde entonces conocidos como Grupo Cántico que ensalzaban la poesía barroca, exaltada y vitalista, su poesía influyó entre las generaciones más jóvenes sirviendo de puente entre los Novísimos y la Generación del 27. La revista que está en funcionamiento entre los años 1947 y 1957 se convierte en una de las más importantes de la postguerra.

Entre 1958 y 1971 se produjo un parón en su producción literaria que aprovecha para, en 1964, junto con otros amigos, viajar por la Costa Azul francesa, la Riviera italiana, Milán, Florencia, Venecia, Roma, Nápoles, Capri, Atenas, Delfos, Athos, El Cairo y Alejandría, y algunos viajes ocasionales a Florida y Nueva York. Finalmente volvió a escribir compaginándolo con su trabajo como anticuario en Benalmádena (Málaga), donde residió entre 1965 y 2004, año en el que volvió a fijar su residencia en su ciudad natal.

Fue socio fundador del Ateneo de Córdoba, y recibió numerosos premios y reconocimientos, siendo sin duda el más importante el Príncipe de Asturias de las Letras en el año 1984. Ese mismo año le fue concedida la Medalla de Oro de la Ciudad de Córdoba y en 1988 fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía quien fuera ese niño que corría y jugaba durante sus primeros años de vida en el patio de Parras, 6.

Este año, Rafael y Javier Lucena -hijos de Chari Cantillo- han abierto a las visitas este recinto que parece una casa-museo y que destila mucha tradición entre sus pilares, arcos de ladrillo visto y unas galerías de madera que lo diferencian. En él, son muy característicos su singular pozo metálico, su suelo de cantos de río, una enorme esparraguera –premiada por el Real Jardín Botánico de Córdoba–, y su veterano limonero.

Patio de los museos de Bellas Artes y Julio Romero de Torres. Patio de los museos de Bellas Artes y Julio Romero de Torres.

Patio de los museos de Bellas Artes y Julio Romero de Torres. / Miguel Ángel Salas

Plaza del Potro, 1

Situado también en la Plaza del Potro se levanta el edificio del Museo de Bellas Artes, que acoge además al de Julio Romero de Torres. El edificio ocupa distintas dependencias de lo que fue el antiguo Hospital de la Caridad, de estilo plateresco y fundado en la época de los Reyes Católicos. El patio, que separa ambos museos, posee una hermosa fuente central. En su interior, unidos entre sí por pasillos de chino cordobés, hay numerosos arriates de forma triangular con grandes naranjos y plantas de sombra. En el mismo vivió el inmortal pintor cordobés Julio Romero de Torres.

Julio Romero de Torres nació en Córdoba el 9 de noviembre de 1874 y murió en la ciudad el 10 de mayo de 1930. Nacido en una familia de artistas, de joven realiza una pintura regionalista, heredera de la mejor tradición española, para adherirse progresivamente a la estética de la Generación del 98 y del modernismo, triunfante en España. Hacia 1908, su estética desemboca en un estilo personal que conjuga sentimiento popular y un genuino folclore, en una línea andalucísima plagada de refinamiento y embrujo. En sus inicios, junto a Solana, Arteta o Ricardo Baroja, intenta reflejar en sus cuadros una España dramática y rural, frente a Sorolla, Sotomayor o Moreno Carbonero, de visión más acomodaticia.

Romero de Torres sobresale por un dibujo preciso en composiciones equilibradas de colores azulados, verdosos y, sobre todo, negros. También fue conocido por su temática flamenca y taurina, con cierto tributo a la copla popular. Tres etapas podemos apreciar en la obra de este pintor modernista. Una inicial, que acabaría en 1908; una central, que terminaría en 1916, y una final, que acabaría con su muerte en 1930. Su obra mejor cotizada ha sido el cuadro Fuensanta, subastada en 2007 por 1,17 millones de euros debido a que fue la imagen del billete de 100 pesetas.

Tras la muerte de Julio Romero de Torres, Francisca Pellicer, viuda del pintor, y sus hijos, Rafael, Amalia y María, decidieron la creación de un museo dedicado a la memoria del artista cordobés y lo legaron a la ciudad de Córdoba. De esta manera, el 23 de noviembre de 1931 se creó el museo. Fue inaugurado por el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora. En 1934 se compró la casa colindante. El actual museo fue inaugurado el 24 de mayo de 1936. La última remodelación data de 1992, para la instalación de sistemas de iluminación y seguridad, así como para la renovación de parte de las estructuras del museo. Está compuesto por seis salas. Dedicado a su obra, el museo permite hacer un recorrido por su vida, desde sus comienzos hasta sus más esplendorosas y conocidas obras: La Chiquita Piconera, Naranjas y Limones, Cante Hondo, Poema a Córdoba...

Patio de Martínez Rücker 1 Patio de Martínez Rücker 1

Patio de Martínez Rücker 1 / Miguel Ángel Salas

Martínez Rücker, 1

El patio de Martínez Rücker 1, incluido en la Ruta Judería-San Francisco, forma parte de una casa que se esconde detrás de la Mezquita-Catedral, casa en la que, en 1608, murió el célebre racionero de la Mezquita-Catedral, clérigo, pintor, escultor, arquitecto, tratadista de arte, humanista y poeta Pablo de Céspedes, y que actualmente está compuesta por siete viviendas. Una placa en el inmueble da fe de ello. No se sabe exactamente su año de nacimiento, entre 1538 y 1548. Sí se sabe que murió el 26 de julio de 1.608.

Pablo de Céspedes fue un personaje vinculado a las Bellas Artes por la historiografía tradicional, sin embargo, tras el descubrimiento de importantes escritos suyos, se comprobó que era más un humanista que pintor o poeta. Esta adscripción al campo de las Bellas Artes se debía a que fueron dos pintores-humanistas los que rescataron sus textos dedicados a esa disciplina: Francisco Pacheco, que los recogió en su Arte de la Pintura, y Juan de Alfaro, que los transcribe en un cuaderno hoy en la Biblioteca Nacional. 

Según el historiador Pedro M. Martínez Lara, Pablo de Céspedes constituye un ejemplo excepcional y raro entre los humanistas y artistas españoles del siglo XVI que dirigieron su interés y sus pasos a Italia. Para 1560 se encontraba presente en Roma donde permaneció hasta 1577. En la Ciudad Eterna, convertida en gran metrópoli de la cultura y el arte, tuvo acceso y participó del ambiente cultural y humanístico recogido en textos, ideas, teorías que circulaban y se desarrollaban en un momento en el que estaba en marcha un complejo proceso de transformación: la Contrarreforma derivada del Concilio de Trento.

"La figura de Pablo de Céspedes se presenta como una personalidad poliédrica que resulta clave fundamental, tanto en el plano teórico como en el plástico, para comprender el tránsito y los procesos de transformación estética y artística que se dan entre Italia y España, entre el Renacimiento y el Barroco", destaca Martínez Lara.

Quien en la actualidad visite el patio del inmueble en el que murió Pablo de Céspedes comprobará que el acceso al mismo se realiza a través de un largo pasillo que desemboca en un pequeño zaguán, que conecta con la galería en recodo del patio. Esta galería de origen barroco, a su vez, posee un pórtico con seis arcos y columnas cementadas; el resto del patio cuenta con fachadas en las que puertas, ventanas y balcones acompañan a una escalera, al aire libre, encalada y con peldaños de losas de barro. Su suelo es de chino cordobés sobre el que se levanta un antiguo y muy característico pozo de brocal árabe. También es digna de reseñar su composición arquitectónica, con su escalera en recodo incluida. Entre su variada ornamentación no suelen faltar pilistras, hortensias, helechos comunes, orejas de elefante o clavellinas.

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