Contracrónica de la decimotercera de abono
  • Morante culminó sin ningún éxito su cuarto y último compromiso del ciclo abrileño. Este Viernes de Farolillos se cumplía el XXV aniversario de su primera Puerta del Príncipe

Eran las ocho en la Giralda...

Morante se marcha de vacío de la Feria de Abril después de torear cuatro corridas. Morante se marcha de vacío de la Feria de Abril después de torear cuatro corridas.

Morante se marcha de vacío de la Feria de Abril después de torear cuatro corridas. / Juan Carlos Muñoz

La plaza de la Maestranza tiene estas cosas. En los momentos de silencio -cada vez más raros y deseados- se oye el restallar de los vencejos, el repiqueteo de las herraduras en el patio de caballos o hasta la guasa sorda, infrecuente ya en el público babélico, del aficionado que sentencia en voz baja pero es oído por todo el mundo. Pero hay otro hermoso sonido que en los días de viento propicio se cuela en los escaños del coso del Baratillo. Es el de la campana del reloj de esa torre de la Giralda que era espectadora de excepción de las corridas de toros hasta el definitivo cierre de la arquería, que se retrasó hasta el ya muy lejano 1880.

Tan, tan, tan... Ocho campanazos marcaron las ocho de la tarde y ocho eran los toros que le habían cabido en suerte a Morante de la Puebla que en esos momentos se afanaba, curiosamente, con el octavo. La cara del diestro cigarrero era un auténtico poema mientras se afanaba en sacar agua de un pozo seco hasta extraer los que, a la postre, fueron los más bellos muletazos de una tarde plúmbea en el ruedo y gris en los cielos que quedó sentenciada por el juego de los toros de Alcurrucén, ocho años después de su última comparecencia en la plaza de la Maestranza.

La cara del diestro de La Puebla era un poema mientras trasteaba al segundo toro de su lote

Pero hay que hacer algunas salvedades, como el cruento castigo en varas del primero -se le concede el beneficio de la duda- o las muchas y buenas posibilidades que ofreció a Castella el lote conformado por el entipadísimo segundo, una auténtica pintura de toro bravo, y el muy manso quinto que, fiel a su encaste, acabó brindando embestidas más que estimables en la muleta. Ya saben que las componendas del negocio y sus fontaneros han colocado al francés en todas y cada una de las ferias sin que a nadie le fuera la vida en ello. Lo dejamos ahí; es lo que hay...

Para qué vamos a engañarnos. El cartel y el llenazo total -sexto de una Feria que estará alegrando las pajarillas de la empresa- se sostenía sobre la figura de Morante de la Puebla, mascarón de proa de una terna que se antojaba más de Madrid que de estos fastos abrileños. Ya lo dijimos el otro día: la respuesta a estas objeciones la tienen en el ansiado cartel de “no hay billetes”.

Pero podríamos hablar de otras curiosidades, como el aniversario redondo que sumaba Morante a la vez que se despedía de esta feria que no le ha sido precisamente propicia. Este 18 de abril se cumplían 25 años exactos de la primera salida por la Puerta del Príncipe del diestro cigarrero, vestido de grana y oro y después de cortar tres orejas a una corrida de Guadalest. A partir de ahí llegó la famosa exclusiva con el difunto Canorea que preparó una feria, la de 2000, para la definitiva consagración del diestro de La Puebla. Don Diodoro, que falleció en enero de aquel año, no iba a poder verlo.

El matador cigarrero caería malherido en aquella Feria del cambio de siglo

Morante cayó malherido en aquel serial del cambio de siglo y participaría en esa espantá grupal de la Feria de San Miguel que abrió un camino lleno de curvas con los nuevos gestores de la empresa Pagés precipitando, de paso, la retirada del propio Curro Romero después de torear juntos en aquel festival de desagravio organizado en La Algaba.

Esa cornada sufrida cuando montaba el cartucho de pescao delante de las tablas del cuatro y con un toro de Victoriano del Río se puede considerar el arranque del camino más tortuoso de uno de los toreros de nuestras vidas. De 2018 acá, con una pandemia de por medio, hemos vivido su plenitud. Ahora se marcha de la Feria pendiente de espantar sus viejos fantasmas.

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