La sede vacante en la Presidencia del Gobierno tiene alborotado el gallinero y disparadas las especulaciones. Se va Sánchez y hay otra investidura o elecciones en julio en las que derecha y extrema derecha buscarían la mayoría natural de Fraga. O se somete a una cuestión de confianza en el Congreso, que saldría con el apoyo de unos socios y la abstención de Junts… Nadie sabe. En el PP hay consigna de atacar sin cuartel a Sánchez, convencidos de estar ante una táctica ventajista. El antisanchismo iguala a Ayusos y Morenos. Unos han coreado con saña “perro Sánchez”, “hijo de puta” o “que te vote Txapote”, y otros han sonreído complacidos.

A todos les gusta la fruta: es lo único que no se le ha indigestado a la derecha tras el resultado de julio. Clamó que gobernase la lista más votada; o sea, lo contrario que hicieron en 2019 Moreno, Ayuso, López Miras o Mañueco. Doble moral. Y sí, Pedro Sánchez es altanero; lo retrata no responder a Feijóo en la fallida investidura del gallego o carcajearse en la investidura propia de quien había sacado 16 escaños más que él. Después, Aznar entonó “el que pueda hacer, que haga”. Se disparó la insidia: la oposición maldecía su suerte, determinados medios ayudaban, algún juez cooperaba... El último capítulo es la denuncia contra la esposa del presidente. La presenta un grupo ultraderechista con antecedentes por extorsión y estafa. La acusación se basa en noticias de prensa que el propio denunciante no está seguro de que sean ciertas. Sin consultar a la fiscalía, la toma en consideración un juez con familiares directos en el PP, que declara secretas las actuaciones.

Se actúa contra una titulada en Márquetin, experta en crowdfunding y captación de fondos para causas altruistas, que cuando llegó a la Moncloa dudaba sobre su futuro. El diario El País publicó el 8 de julio de 2018 un perfil sobre Begoña Gómez, citando fuentes socialistas, en el que decía que “probablemente abandone su actividad profesional, para evitar cualquier tipo de conflicto de intereses”. No lo hizo. Y algunas de sus gestiones, aunque fuesen becas para africanos o cursos de formación en economía digital para desempleados se prestaban a malas interpretaciones o maledicencias. Se las debía haber ahorrado, como pensó ella misma hace seis años.

¿Y ahora qué? En enero, en una entrevista en esRadio, Feijóo afirmó que “la soberanía nacional ya no reside en Las Cortes”. Concentraba la legalidad en el Senado, donde su partido tiene mayoría absoluta, conseguida con un tercio de los votos. Esa actitud recuerda la mayoría natural, lema de los 80 del presidente fundador del PP, Manuel Fraga, evocación de posiciones políticas que la naturaleza hacía verdaderas. Otro ponente constitucional, el socialista Gregorio Peces Barba, advirtió del riesgo de una filosofía situada por encima de las ideas: “En ese supuesto todo está justificado, la potenciación del dogmatismo, del fanatismo y del enfrentamiento civil”. En eso estamos.

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